Tuesday, January 5, 2016

Hungría 2015 (feat. Eslovaquia)

Visegrád desde Nagymaros.
Estuve trabajando durante todo el verano, el 31 de agosto por la mañana cumplí mi última jornada antes de las vacaciones y esa misma noche ya estaba en un tren a Madrid. Tan pronto llegué a la capital, me compré un billete para Segovia, donde me encontré con dos amigas de allí, o mejor dicho, una amiga y su amiga. Como ya estuve en tan acuedúctica y alcazareña a la par que catedralicia ciudad hace año y medio, Ana y Leti me llevaron a La Granja de San Ildefonso para que viera algo nuevo. En un sitio con ese nombre esperaba encontrarme cerdos y vacas cantando la lotería de Navidad, pero en lugar de eso me hallé paseando por los hermosos jardines de un palacio de ricos.


(Pincha en read more si no ves el resto de la entrada.)


Allí hay un estanque de, yo qué sé, 100 o 200 metros de longitud que se llama El Mar. Pobriños castellanos. Seica allí iba Franco a pescar. Probablemente ballenas.


Bromas aparte, es un sitio muy chulo para darse un paseo con calma, y también se puede entrar al edificio, aunque nosotros no lo hicimos. Lo que sí hicimos fue darnos otro pequeño garbeo por el pueblo. Volvimos a Segovia a comer, paseamos por allí y finalmente me dejaron en la estación, donde tuve tiempo de tirar la cámara al suelo junto a la mierda del control de seguridad y joderle el autofocus permanentemente. En Madrid dormí en el albergue más barato que encontré (bastante bueno nevertheless) y al día siguiente, 2 de septiembre, me subí al avión para visitar al amor de mi vida, metropolitanamente hablando.

En el aeropuerto de Madrid pasó una cosa inesperada, que es que me encontré con una amiga a la que conocí cuando estuve en Inglaterra hace diez años, y desde entonces sólo la vi al año siguiente; es decir, que llevábamos nueve años sin vernos el pelo, aunque durante todo ese tiempo no perdimos el contacto. Por si era poca sorpresa encontrármelos allí, a Sheila y a su novio Alberto, resultó que ellos iban a coger el mismo avión que yo.

Por cierto, que durante ese vuelo vi por primera vez el lago Balatón, mientras lo recorríamos a lo largo. Nunca antes me había coincidido, a saber por qué. Cuando miré por la ventanilla, en un primer momento creía que se trataba del Adriático, pero era muy estrecho... Como curiosidad geográfica, mide unos 85 km de largo, 15 en su parte más ancha, y si sigues la línea que traza te das de morros contra Budapest; como curiosidad aeronáutica, tan pronto lo hubimos rebasado, el comandante avisó al resto de la tripulación de que se preparasen para el aterrizaje (faltaban 100 km).

Sobre un Balatón, tón, tón,
que encontró Martín, tín, tín,
había un avión, vión, vión,
ay, qué chiquitín, tín, tín.
Llegados a la capital magiar, comimos y ellos se fueron al hotel a descansar un poco. Yo me fui a casa de Essi (a quien recordaréis), donde me alojaría durante toda mi estancia en la ciudad. Dejé las cosas y nos fuimos los dos a ver la tumba del poeta otomano Gül Baba, que nunca había visto, con tan mala suerte que estaba en reformas y rodeada de vallas y tela de esa plástica que usan en las obras. Pero la calle a la que el otomano da nombre es bonita y vieja, y está situada en el lindo y pijo distrito de Rózsadomb.

Gül Baba utca.
Al día siguiente por la mañana fui a decirles hola a los héroes de la plaza que le dan nombre y me subí a la torre del castillo de Vajdahunyad, en el parque de Városliget, que está al lado de la plaza. La entrada que hay que pagar para subir a la torre es independiente de la entrada del museo de agricultura que alberga el castillo; pero la señora dijo «si vais a ver el museo podéis quedaros», y como nadie me dijo nada, me quedé a verlo. Me acordé de mis amigos Andrés y Costoya todo el rato, porque hay muchas cosas sobre árboles y suelos y otras biologueces.

Desde la torre.
Por la tarde quedé con los devanditos Sheila y Alberto para entrar al Parlamento, cosa que no pudimos hacer porque hay que pillar entrada con varias horas de antelación, por lo que en su lugar fuimos a ver el palacio de Buda y esas cosas turísticas de alrededor.




No se cansa uno nunca de hacer estas fotos.

Para terminar volvimos a la heroica plaza, donde se nos acercó un neonazi (era época de refugiados) con un cinturón enroscado en el puño a decirnos cosas que no entendimos, pero nos dejó en paz cuando divisó a su manada. Y como no iba a ver más a estos hispánicos chavalotes, nos despedimos. El viernes por la mañana fui, esta vez sí, a ver el Parlamento por dentro, y por la tarde iba a ir con Essi al pueblo de ella, pero como no pudo, fuimos a pasear por Buda en busca de unas estatuas que había encontrado en internet. Esa tarde estuvimos con Vica también.

Buda királyfi és Pest királykisasszony.
El sábado, Essi me llevó a Szentendre, un puebliño al norte de la capital, que es pequeño pero muy bonito y agradable. Su nombre se parece al de Santander, y no es coincidencia, porque ambos significan exacamente lo mismo: San Andrés. Recordemos que Hungría es un país católico, con lo que, a pesar de lo diferente que sea su idioma, no debería sorprendernos que haya nombres tomados directamente del latín*. En Szentendre hay un museo muy particular porque expone obras de arte en miniatura que hay que mirar con microscopio.

Museo de Micromaravillas, pone ahí.

Nos topamos con unos cuantos grupos de turistas con guía. Nosotros sólo paseamos sin saber muy bien qué veíamos ni la historia del pueblo, pero, como digo, es chulo y deambular por él, grato. Me llamó la atención encontrar algunas cosas relacionadas con Serbia: una iglesia ortodoxa, una plaza con el nombre de un eclesiástico serbio, algún que otro letrero en serbio.

Rab Ráby tér, Szentendre.


Comimos en un restaurante local y, de vuelta en Budapest, fuimos a ver las ruinas de Aquincum, la antigua ciudad romana. Encontramos un anfiteatro, un museo que no nos atrajo lo suficiente como para entrar, y luego nos perdimos buscando más ruinas, así que volvimos a casa.

El domingo fuimos a otra ciudad, un poco más grande y un poco más lejana, llamada Eger. Allí visitamos un antiguo observatorio que ahora funciona como biblioteca, museo de astronomía y no sé qué más. Lo más llamativo es la camera obscura del siglo XVIII que hay arriba de todo. Es una pequeña habitación cuyo techo tiene una cúpula con, en resumen, un periscopio que proyecta una imagen sobre una mesa blanca, redonda y lisa que hay debajo. Hoy en día estamos más que acostumbrados a ver imágenes a distancia, sea en la tele, o en pantallas en conciertos, o en cámaras de seguridad; y aun así, resulta muy curioso y simpático ver proyectada en la superficie de la mesa la plaza de la ciudad con toda la gente paseando y los niños jugando, o los coches por las calles, o los turistas asomados a los muros del castillo. Si a nosotros nos produce esa sensación, imagínate a los paisanos de hace doscientos años.

Otro lugar interesante de Eger es el minarete. Toda esa zona fue parte del Imperio otomano durante más de 150 años (siglos XVI-XVII), razón por la cual hay cosas moras. Este minarete tiene posiblemente la escalera de caracol más estrecha que vi en mi vida, y eso que las torres de catedrales y castillos suelen tener escaleras muy estrechas, pero yo creo que esto ya es el no va más de estrechez. Desde arriba hay una vista bastante guay. Eso sí, seguridad la justa. Mejor agárrate bien a la barandilla con una mano y sujeta la mochila en la otra.

Minarete de Eger. Perdón por la mierda de foto.

El lunes 7 me fui a Eslovaquia, como el año pasado, a casa de Bohdan. Esta vez no visitamos tantos sitios como la anterior porque nos coincidieron los días un poco peor, pero aun así, lo que hicimos estuvo muy bien. El martes pasamos el día en Nitra, la ciudad más antigua del país, que tiene un castillo visitable con una torre alaquesubible y un centro bastante bonito. El miércoles, Bohdan tuvo que ir a Bratislava, y yo aproveché para ver a mi amiga Gabriela y dar un paseo por la capital. El jueves fuimos a Trnava, donde estaban preparando una feria anual, y nos subimos a la torre del ayuntamiento, desde la cual se puede ver Trnava desde arriba. También compré un chisme llamado halušník o haluškár que sirve para hacer jálusquis. Pocas horas después me volví a Bratislava, y de allí directamente back a Budapest. Y por supuesto, durante los tres días nos pasamos horas hablando de idiomas y mirando mapas. Y me harté a kofolas.

El centro de Nitra.


El viernes 11 por la mañana estuve visitando librerías de viejo de Budapest, en las que compré varios libros preciosos llenos de fotos antiguas de la ciudad y texto que no entiendo en absoluto, y por la tarde cogí con Essi, esta vez sí, el tren a Kazincbarcika, el pueblo donde viven sus padres. Cuando llegamos era casi de noche, o sin casi, por lo que no hicimos gran cosa. El sábado por la mañana paseamos por Kazincbarcika: tipiquísimo pueblo comunista de bloques monolíticos, algunos aún grises, otros pintados de colores, con calles anchas y un montón de hierba y árboles alrededor de todas las manzanas.



Aunque sería injusto no enseñar también el centro, que será de preguerra, supongo.



Y luego un gran parque con el antiguo escudo (comunista) de la ciudad medio vandalizado.





Por la tarde fuimos a Miskolc (pronunciado Míshcolts), una ciudad más importante a todos los niveles que, entre otras cosas, acoge anualmente un festival internacional de ópera en el que incluso participaron Therion y Epica. Antes de que se hiciera de noche quisimos ir al castillo que hay a las afueras, pero sólo perdimos el tiempo, porque cierra a las seis y cuando llegamos faltaba poco y ya no merecía la pena entrar (ni nos dejaban, en realidad). Cuando volvimos al centro ya había anochecido, así que nos metimos en una tetería.

Castillo de Miskolc.
El domingo hicimos una visita guiada por unas cuevas kársticas que son la leche, sitas en Aggtelek, en el noreste de Hungría, cerca de la frontera eslovaca. Nos tiramos allí metidos hora y media que, al menos a mí, se me pasó volando. Además de muchas piedras, vimos una especie animal que sólo existe en esa cueva, y en ningún sitio más del mundo. Si no recuerdo mal. Pero es un sistema de cuevas de bastantes kilómetros, en cualquier caso; lo que se puede visitar es sólo una pequeña parte. La visita terminó en una «sala» con un espectáculo de música (grabada) y luces, operado por el guía. Tras esta visita fuimos a comer, y a continuación, a otra cueva, pero en este caso, otra más pequeña que sirve de piscina/balneario, que en húngaro se llama barlangfürdő. Y eso fue lo último reseñable de ese fin de semana; luego, despedirnos, recoger y vuelta a Budapest.

Soy mal fotógrafo pero la cueva es de flipar. ¿Ves el pasillito a la izquierda?

El lunes 14 hice solo una excursión que tenía pendiente desde el erasmus: Visegrád, pueblo húngaro de nombre descaradamente eslavo que significa «castillo alto» y que posee exactamente lo que promete: un castillo en lo alto de un monte. Podéis verlo en la foto que encabeza esta entrada. El problema es que el tren te deja al otro lado del río, en Nagymaros, no hay puente, el ferry sólo cruza una vez cada hora y acababa de salir cuando llegué yo, o sea que tuve que esperar. Pero me di un paseíño por Nagymaros, que es pequeño pero bonito, y una horita se pasa entretenida paseando.


Ya en Visegrád subí al castillo, que mola visitar y desde donde hay unas vistas que flipas. ¿La pega? Que como tantos otros castillos húngaros y checoslovacos, está demasiado reconstruido para mi gusto. Luego bajé a ver el palacio del rey Matías Corvino, en cuyo patio hay una fuente que sale en los billetes de 1.000 florines, pero no pude entrar porque era lunes y estaba cerrado. Seguí hasta la llamada torre de Salomón, la más fea que vi en mi vida, y luego ya comí y cogí el bus de vuelta a Budapest. El martes fui a comprar más libros, por la tarde hice dos visitas guiadas en español muy buenas, por la tarde-noche estuve con Essi en la zona del Palota y luego fuimos a casa a cenar y a recoger, que a las cuatro de la mañana tenía que levantarme para ir al aeropuerto, llegando así este viaje a su fin.

Cuando salí del avión, ya en Barajas, y entré a la terminal, vi a la gente que hacía cola al otro lado del cristal para subirse al mismo avión y me dieron una envidia inmensa, hasta me puse un poco melancólico. En ese momento no sabía que, tres meses más tarde, yo mismo estaría otra vez en esa misma cola, pero de eso ya hablaremos...


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* Lo que sí llama la atención del húngaro es que es (que yo sepa) el único idioma europeo que usa una palabra latina para llamar a las iglesias: templom (porque iglesia, église, ecclesia vienen del griego, church, kirke del germánico, etc.).

5 comments:

  1. Cómo mola, qué lástima haber esperado a enero para escribirlo ;)

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  2. Mimadriña!!!! eres una fuente inagotable de conocimiento geográfico e histórico; me encanta! ya estás tardando en escribir algo más sobre el amor de tu vida, jejejejj! Disfruta!

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  3. Me he puesto música clásica de fondo. Nada en concreto, lo que me vaya ofreciendo Youtube.
    Abro tu blog y suena... El Danubio Azul.

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  4. Con lo que me gustan a mí los castillos, mucho iba yo a disfrutar. Pena que los hayan "retocado" tanto.
    (Me he reído mucho leyéndote!)

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  5. Enzo: error, esperé a enero para finiquitarlo y publicarlo. Lo estuve escribiendo durante un par de meses. :P Aun así, ayer estuve unas dos horas para seleccionar todas las fotos y subirlas y retocar cosas aquí y allá. Que no es trabajo que lleve dos horas, pero a mí sí me lleva that much porque me voy por las ramas.

    Pili: y tú ya estás tardando en visitarlo. Yo os presento, para que no te dé corte.

    Amélie: Por supuesto, porque tengo configurado un gadget que hace que al abrir el blog todas las demás pestañas se centren en cualquier cosa que puedan relacionada con Budapest. :P En cuanto a castillos, sí que muchos están retocados, pero no te preocupes porque hay miles de millones, y su estado de conservación o reconstrucción varía muchísimo. Eslovaquia, Hungría y Rumanía están a rebosar de ellos.

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