Tuesday, September 25, 2012

El rubio del bar

Hallábame yo ayer por la noche en un tranquilo bar del centro de Bratislava, acompañado por una panda de estudiantes de Bellas Artes, cada uno de su esquina del mundo, hablando de la vida y las bacterias del cosmos imperecedero y disfrutando de unas cocacolas y unos cacagüeses, cuando me fijé en que detrás de mí, en la mesa de al lado, había un rubio de melena lisa y perilla que me sonaba un montón. Primero le comenté a Julián que se parecía a Jens Johansson, aunque sabía que no era él. Sin embargo, me sonaba de algo más que de un mero parecido: yo a ese pavo lo conocía. Hablaba en inglés. Posiblemente fuera un estudiante más de los ocho mil que habitan en mi residencia y lo hubiera visto en los alrededores o en algún autobús. No le di más importancia.

Una o dos horas más tarde decidimos irnos a la cama, que ya era casi la una y el día siguiente (hoy) sería martes. Según salíamos aproveché para ir a mear, y los otros me esperaron fuera. Me dirigía yo a la puerta del baño, al lado de la puerta, cuando entraba el rubio; casi nos atropellamos mutuamente, y tras un instante de silencio, mientras yo me lavaba las manos y él meaba, inicié la conversación que sigue:

—Oye, ¿tú vives en la Mlyny?
—¿Que si yo qué?
—Yo a ti te conozco. ¿Vives en la residencia de estudiantes Mlyny?
—Eh, no, yo vivo en Suecia.
—¿En Suecia? ¿Y tocas en algún grupo? —En ese momento apartó la mirada.
—Sí.
—¿En cuál?
—Sabaton.
—¡Aaaah! Tú eres el que se quedó con Joakim, ¿no?
—Sí.

Y esa es la historia de cómo me hice una foto con Pär Sundström, bajista de Sabaton y uno de los dos únicos miembros fundadores que quedan, tras el abandono del grupo por parte del resto de sus compañeros.


Aunque dista de ser mi músico favorito, pienso que si estuviera en Suecia, o en una ciudad donde fueran a tocar inminentemente (especialmente en este caso), podría haberlo reconocido, pero en ese momento lo tenía totalmente desubicado. En el par de minutos que hablé con él después de salir del baño me dijo que estaba ahí porque mañana tocan en Viena, tenían un par de días libres y Bratislava es una ciudad que les gusta. Le pregunté si conocía a Sara from Madrid, que es amiga mía, y me contestó que sí, que había estado en su ciudad el mes pasado; cosa que yo, por otra parte, ya sabía, porque con lo contenta que estaba  de ir a Suecia al festival de Sabaton desde varios meses antes, como para no enterarse. Finalmente me informó de que tocarán en Bratislava en marzo y nos despedimos con un nais tumichu, un thank you my fan y un see you in March.

Wednesday, September 12, 2012

Suscripción feliz

Como alguno habrá notado ya, hace unos días añadí a la columna de la derecha una cajita de texto que permite suscribirse a las entradas del blog. Yo mismo la probé y funciona bien. No te avisa instantáneamente, sino al día siguiente o al menos unas horas más tarde, pero te manda la entrada formateadita con las imágenes que pueda contener, enlace al blog, etcétera. Es una cosa automática que ni te permite a ti conocer mi dirección de email ni me permite a mí conocer la tuya, ni siquiera cuánta gente está suscrita ni ninguna otra estadística. O sea que los que no teníais otra manera de seguir el blog que no fuera entrando cada poco, ahora ya la tenéis. Metes ahí tu email, le das a Submit, pinchas en el enlace del mensaje de confirmación que te llegará por correo y ya estás suscrito. Y el día que te hartes de mis paridas, vas al final del último aviso que te haya llegado, le das a Unsubscribe y fuera.

Para que no quede una entrada tan sosa, voy a colgar la foto que le hice a la mochila cuando estuvimos con Satán.



Poderoso Señor de la Noche,
Amo de las Bestias,
Emperador de la Oscuridad,
Rey de los lobos aullantes...

Wednesday, September 5, 2012

Agueste III: Ucrania sobre raíles. El tren de Budapest a Lviv

Billete de ida y vuelta Budapest - Lviv: 56 €
Reserva de vagón cama, ida: 11 €
Reserva de vagón cama, vuelta: 16 € (precios aproximados)

El billete se le compra a la compañía húngara MÁV Start en una taquilla. No se puede comprar por internet ni por teléfono. Si vas en cama, ésta se paga aparte: al comprar el billete pagas la de ida y al llegar a Lviv reservas la de vuelta. Precios de trenes desde Budapest. Ten en cuenta que los nombres de las ciudades están en húngaro.


Hoy voy a hablar de los trenes, que tienen su enjundia. O no tanta, pero ya lo escribí y me quedó demasiado largo como para meterlo en la entrada de Lviv, y no quiero borrar nada. Voy a ir abriendo y cerrando paréntesis al mismo tiempo: igual que conté juntos los dos días de Budapest, hoy hablaré de los dos trenes, el próximo día de las dos visitas a Lviv, y finalmente de Slavske y los Cárpatos.

Noche 9-10 de agosto

Me consideré llegado a Ucrania en cuanto metí el segundo pie en el tren, aún detenido en la budapestosa estación de Keleti, a eso de las seis y media de la tarde del jueves 9 de agosto. Essi subió conmigo; le dije: “this trip is going to be really interesting”, y en ese momento empezó a ser interesting: una joven pelirroja con mala leche me empezó a hablar en ruso a velocidad de crucero. O ucraniano, vete a saber. No los distingo. Aunque creo que era ruso porque el trayecto era Budapest – Moscú. En cualquier caso, conseguí entenderme con ella y que me dijera dónde me tenía que meter. Me despedí de Essi y entré en un camarote de esos con tres personas: un padre de 37 años llamado Vítali, una madre de 35 llamada Polina y un pequeño pero imparable torrente de verborrea de cinco años de nombre Varvara, Varia o Varusha para los amigos. Claro que en ese momento no conocía sus nombres. Al principio nos dijimos jelou, jelou, pero luego miré para Varia y le dije: “¡Priviet! ¿Kak tibiá savut?” Los padres, sorprendidos, se rieron, pero ella se quedó pillada un instante, creo que más por el acento extraño que por el hecho de que le preguntara su nombre en su idioma. “Varia. ¿A kak vas savut?” Así entablamos una conversación, con la ayuda de sus padres, que hacían las funciones de intérpretes como buenamente podían. En dos minutos ya estaba al día del nombre y la edad de todos ellos, de que su padre tiene un portátil y de que su abuela vive en otra ciudad o algo así; había asignado las camas, de modo que a mí me tocaba la de arriba, a Vítali la del medio y a ella y Polina la de abajo; y me preguntó si tenía mujer o hijos y de qué color era mi cepillo de dientes. Ah, y si me gustaban las chucherías, a lo que respondí afirmativamente, tras lo cual sacó una bolsita y me ofreció un gusano de gominola que le agradecí enormemente.

Hasta que se hizo de noche pasamos el rato primero jugando a unos juegos de cartas infantiles que tenía Varia (se partía de risa cada vez que veía que en la carta del vaso en inglés ponía glass, porque eso en ruso significa ojo, y se metía el dedo en uno), y después ella se fue a hacer amigos entre la gente de los otros compartimentos y contarles su vida como me la había contado a mí, con su madre corriendo agotada detrás de ella, mientras su padre me contaba el viaje que acababan de hacer por Europa. Cuando se hizo de noche y consiguieron dormir al tornado rubio seguimos hablando los tres durante varias horas, en una conversación un poco lenta pero muy interesante, en la que me contaron la historia de Lviv y me dijeron un montón de sitios para visitar, sobre todo iglesias en el centro de la ciudad. Ya os hablaré de ellas con más detalle. Vítali es bastante aficionado a la arquitectura y me dijo que conocía lo que hay en España pero no sabía nada de la historia del país, con lo que procedí a contársela lo mejor que pude. Con la tontería estuvimos de charla hasta la una o las dos, mirando de cuando en cuando cómo iba el cambio de vías. Las vías ucranianas son más anchas que las europeas, con lo que hay que subir el tren, vagón por vagón, a unos carros con las ruedas más separadas en un proceso lleno de ruidos y golpes que dura unas tres horas. Y no puedo cerrar el episodio del tren sin mencionar las beyond preciosas tazas en las que nos trajeron el té. En realidad no son tazas, es un coso de metal con asa dentro del cual metes un vaso de cristal común y corriente, y te queda súper majestuoso e imperial, con águilas y filigranas varias. Me dijeron que eso era típico de la era soviética.


Llegados a la estación, Vítali vino conmigo a reservar la cama para el viaje de vuelta, a comprar el billete para Slavske y a dejar el equipaje en la consigna, y me explicó cómo llegar al centro. Me despedí de él con la promesa de escribirle cuando terminara mi viaje y me dirigí al centro.


Como pudisteis ver en la entrada de Budapest, me subí a un tren azul, pero por alguna razón me bajé de uno rojo y blanco. No sé si es porque lo pintaron durante el cambio de vías (tiempo les dio de sobra) o porque algún oficial de aduanas majete me trasladó con mimo y sin despertarme de uno a otro. Creo que ya nunca lo averiguaré.


Noche 12-13 de agosto

Esta noche tiene menos que contar. El viaje duró una hora menos, aunque al mirar las horas en los billetes parece que la diferencia es de tres, porque en Ucrania es una hora más tarde. Podía llamarse Descanarias, en realidad, pero se llama Ucrania, rarezas suyas. La reserva de cama fue un poco más cara porque esta vez fui en habitación doble en lugar de triple. Mi compañero era Alexandr, un ucraniano que sabía inglés e iba a Croacia por motivos de trabajo. Me metí en mi cama de bonito y hogareño edredón estampado relativamente pronto, porque estaba cansado, y al rato vino el revisor a decirme que esa cama no era la mía y que me levantara y me fuera a otra. Maldita la gracia que me hizo, y además esa noche me despertaron tres mil veces más; algunas sólo para comprobar si estaba dormido o muerto, creo, porque si no a ver qué sentido tiene que el hombre me despierte, me diga una palabra y acto seguido se vaya. Pero en una de estas situaciones sucedió algo de lo que me siento extremadamente orgulloso: entró el señor de la aduana, me preguntó si gavariaba pa ruski o pa ukraínski, le contesté que un poco pa ruski sí, y me hizo todo el cuestionario de rigor: nombre, procedencia, motivo del viaje, destino, posesión de drogas, armas o alcohol... en ruso, ¡y le contesté a todas las preguntas en la misma lengua como un campeón! :D En las entradas que me quedan por publicar sobre Ucrania os voy a dar la vara constantemente con lo mismo, pido disculpas por anticipado, pero el ser capaz de mantener una conversación completa con fluidez, aunque fuera corta, me hizo sentirme un políglota de la leche. Y en ese momento no había nadie que me pudiera colgar la medallita figurada, así que me la colgué yo.

Por la mañana me desperté relativamente temprano y me puse a hablar con mi vecina de abajo, Olga, que resultó ser compañera de trabajo del pavo de la otra habitación e iban al mismo sitio. Me dio una manzana y unos cachos de tarta de queso que tenía y a cambio la invité a un té que nos trajeron en unos cacharros menos bonitos, claramente más modernos y de latón y de diseño más cutroso. Me habló de un libro que había leído en el que se comparaban frases idiomáticas españolas y ucranianas que, curiosamente, coinciden tanto en forma como en significado. Me dio su email prometiéndome que, si le mandaba un mensaje recordatorio, buscaría y me diría el título exacto, y así lo hizo:

GAVILÁN, Francisco: Guía de malas costumbres españolas. Madrid, Mondadori, 1988.

Saturday, September 1, 2012

El islam en la Turquía actual

Para hoy tenía preparada la primera entrada sobre Ucrania, pero anoche estuve hablando con una turca y me contó montones de cosas que no sabía. No una turca de las que dicen "bua neno", sino de las de Anatolia. Se llama Seren, nombre que se pronuncia Serán; le dije que eso en gallego significa evening y le pareció biútiful. Pero vamos a lo que vamos.

Seren es musulmana, o musulwoman o como se diga, al igual que los otros tres turcos y la kazaja que viven en este piso de la residencia. Me sorprendió sobre todo Alina, la kazaja, cuando, unos días antes de que llegaran los turcos, alguien le ofreció panceta o algo así y ella lo rechazó educadamente diciendo que no comía cerdo. Ya sé que no todas las musulmanas llevan burka y esas cosas, pero creía que al menos era costumbre cubrirse el pelo con una pañoleta, y pensé que les daría más reparo salir con un montón de chavales y esas cosas. Nada. Prejuicios, prejuicios, estereotipos, estereotipos.

Con Alina no hablé mucho de esto, pero con Seren sí. Dice que en Turquía hay varias etnias o razas —al menos ella las llamaba races, lo cual me parece un poco exagerado— y que los del este son más conservadores que los del oeste. Ella vive en Antioquía, en el medio de los dos. Una de las ramas del islam, a la que pertenece ella (por tradición familiar, ya que personalmente no es religiosa), no quiere saber nada de mezquitas, y sus creyentes rezan en casa. Cómo rezan exactamente no lo sabe, pero me aseguró que no es lo de darse cabezazos contra el suelo. Y no van a la mezquita porque, según ellos, el que debía suceder a Mahoma tras su muerte era su primo Alí, pero fue asesinado en una mezquita. El resto de musulmanes o musulmen niegan todo esto, les parece un escándalo lo que dice esta gente, y por eso se andan peleando siempre. Me parece que esta rama es la chiíta, porque buscando lo que me dijo ella (partisans of the caliph Ali, o algo así) me salen cosas de chiítas, pero no me atrevo a asegurarlo. [Confirmado: es la chiíta, pero ésta a su vez se ramifica en otras más radicales o más liberales.]

Le pregunté si las mujeres tienen los mismos derechos que los hombres y dice que sí, totalmente, que no necesitan permiso de su marido para nada y que pueden pedir el divorcio y todo eso. Sin embargo, el primer ministro actual es conservador y pertenece a la rama de las cabezas femeninas cubiertas, a la prohibición del aborto en casos de violación porque hay que castigar al violador y no al bebé (esto sí que me pone malo pero malo malo malo malo malo, y hace poco leí exactamente lo mismo en una declaración de un político español) y todas esas movidas, y las cosas pueden cambiar, aunque no sé si cambiarán mucho. Eso sí, Turquía no es un estado laico, sino que tiene el islam como religión oficial y lo pone hasta en el DNI turco, aunque donde vive Seren también hay muchos cristianos y judíos. Al igual que estos últimos, los moros circuncidan a los niños, cosa que yo no sabía, la verdad.

Y eso es todo lo que recuerdo de la conversación de ayer. En mi cabeza parecía todo muy ordenado, pero me quedó una entrada un poco caótica. Espero que al menos a alguien le haya servido para aprender algo. Por cierto, ayer Seren probó por primera vez una salchicha de cerdo, que en su país no la venden siquiera, y uno de los otros turcos la vio y pareció escandalizado, aunque no dijo nada. A ella no le supo muy distinta de la carne de ternera, por lo que comentó. Lo curioso es que ninguno de ellos parece tener con el alcohol el mismo reparo que con el cerdo.