Saturday, August 18, 2012

Agueste II: Budapest

La Mochila ligó en la plaza de los Héroes y ahora es más Feliz.

El miércoles madrileño no pasó nada interesante. Por el día hice un par de recados, escribí la entrada anterior y a media tarde me fui al aeropuerto. Pocas horas después estaba en Budapest. Como en la capital húngara estuve el jueves 9 y el lunes 13, decidí contar ambos días juntos, y después hablar sobre Ucrania, que es donde estuve los tres días del medio. También decidí que cuando acabe de relatar esta semana y pico de viajes publicaré entradas sólo de fotos. Así que vamos allá.


JUEVES 9 DE AGOSTO DE 2012

Avión Madrid – Budapest, Wizzair, sólo ida, 75 €
Autobús directo al centro, 4 €
Alojamiento: Aboriginal Hostel, litera en habitación múltiple, 18,45 € con desayuno y wifi y todo incluido.


Aterricé en Budapest a las 23:50 más o menos, tras unas tres horas de vuelo al lado de un estadounidense llamado Albert que estaba haciendo una tournée europea. Nos dirigimos al punto de encuentro del microbús para el cual había comprado un billete porque a esas horas podía no haber buses urbanos y no me quise arriesgar. Pronto llegó a nuestro encuentro Hansi Kürsch con una lista en la mano, nos metió dentro uno a uno y nos llevó a la plaza de Madách Imre o como se escriba. Desde ahí me llevó quince minutos llegar a pie al Aboriginal Hostel en la calle Bródy Sándor. Es un albergue bastante curioso. Se accede subiendo unas escaleras y atravesando un balconcito, tiene sólo dos habitaciones con ocho y seis camas respectivamente y el ambiente y el trato son muy familiares. Al llegar (dos de la mañana), una chavalita británica me ofreció un gofre con nocilla y agua para beber, porque el zumo le inspiraba poca confianza. Junto al fregadero hay un cartelito que dice: “El trato es este: tú no cocinas para nosotros y nosotros no lavamos tus platos”. Fair enough. Por la mañana ya no estaba la británica, sino un chileno. Me duché, hablé un rato con un serbio y una sueca y cuando llegó la hora me fui al hotel Astoria, donde había quedado con una tal Essi.

La verdad es que a esta Essi no la conocía. ¿Por qué quedé con ella entonces? La razón es simple. Resulta que el billete de tren Budapest-Lviv no se puede comprar de ninguna forma que no sea físicamente en una estación húngara, y desde la compañía me dijeron que las plazas podían acabarse unos días antes, así que Vica, una húngara residente en Eslovaquia de la que os hablaré bastante a partir de ahora, movió hilos y consiguió que una amiga suya de Budapest me comprara el billete. En realidad esa sólo es una más de las papeletas que me resolvió. Además el billete era de ida y vuelta en vagón cama, pero el billete y la reserva de cama se compran por separado y la cama de vuelta tenía que pagarla en Lviv. Total, que la chavala esta era Essi, quien además de hacerme el favor tenía el día libre y me llevó a dar un paseo.

Budapest es el resultado de la unión de dos ciudades: Buda y Pest. En Pest está la zona residencial, la industrial y lo que llamaríamos el centro de la ciudad, y en Buda también hay un poco de eso pero sobre todo hay cosas turísticas como un palacio enorme, el famoso Bastión de los Pescadores, estatuas y cosas así. Essi y yo cruzamos el puente de Erzsébet (Isabel para los amigos) y subimos la colina de Gellért, donde hay una estatua del obispo del mismo nombre, encargado de cristianizar a los magiares y, según cuenta la leyenda, arrojado al Danubio por algunos paganos más tozudos. Seguimos subiendo a pie hasta el monumento a la Libertad, también bastante famosillo, erigido en 1947 para conmemorar la liberación de la ciudad en el 45. Parece ser que en origen era un soldado soviético, pero más tarde la remodelaron. Ahora es una señora que sujeta una hoja de palma en alto. Al pie hay dos estatuas más pequeñas, y detrás hay algo que creo que es un búnker o algo así reconvertido en un museo. Por ahí hay también unos cañones que piden a gritos una foto haciendo el imbécil. Tras pasear un ratillo por allí arriba bajamos por un camino largo pero muy agradable del cual no saqué fotos porque no se me ocurrió siquiera. Pero tengo algunas del paisaje desde la zona alta.

Una vez abajo, comimos en el centro, nos sentamos un rato en un parquecito con una estatua de Poseidón en el medio y luego fuimos a la sinagoga, que es la más grande de Europa, seica. No me dejaron entrar porque mi maleta era “demasiado grande para inspeccionarla”; lo que en realidad sucedía es que el segurata es gilipollas. Sea como sea, nos quedamos sin entrar, así que paseamos otro poco hasta que llegó la hora de ir a la estación de Keleti. Mi tren salía a las seis y media; dentro del mismo nos despedimos, y como nada más poner el segundo pie en ese vagón sentí que ya estaba en Ucrania, lo que sucedió a partir de ese momento será relatado en el capítulo dedicado a ese país.

Lo que sí os puedo enseñar es una foto del tren (vagón cama) desde fuera.



LUNES 13 DE AGOSTO DE 2012

Me bajé de Ucrania de nuevo en la estación Keleti algo más tarde de las diez y media. Estuve matando el tiempo un rato hasta que dieron las doce menos diez, hora a la que debía encontrarme con Vica en esa misma estación. Vica es una húngara que vive en una ciudad fronteriza eslovaca, Komárno, y a la que conocí hace poco más de dos años en los océanos internáuticos. Esta era la primera vez que nos veíamos en persona, aunque con ella me pasó como anteriormente con Iosu, Martzel y otros: de tanto conversar en foros, chats y demás, nos conocíamos lo suficiente como para que el encuentro pareciera más bien un reencuentro. Hay gente que veo día a día con la que tengo menos confianza. Por cierto, se pronuncia Vitsa, con uve labiodental sonora (aka uve-medio-efe), pero bueno, ya sé que todos seguiréis leyéndolo como el nombre del bizcocho. Total, que allí estábamos los dos, y tras hacer los recados que la habían llevado a ella allí y comer en plan guarro en un McDonald's nos fuimos de paseo, de nuevo a Buda, aunque esta vez fuimos en autobús, el cual nos dejó en lo alto de la colina Várhegy, cerca del tremendo palacio llamado Budavári Palota –según mi guía “Palacio del Castillo”, que suena un poco raro–, en el que en realidad nunca vivió la realeza, sino que alojaba invitados, por lo visto. Este castillo fue construido originalmente en el siglo XIII, pero estando donde está y con la historia que tiene esa región es fácil suponer que llevó palos por todos lados, y en la segunda guerra mundial fue destruido totalmente; luego lo reconstruyeron en estilo barroco. Dentro hay dos museos y una biblioteca, y en el sótano está lo que se conserva del castillo medieval. En cualquier caso, nosotros no entramos. Fuera hay una fuente llamada Mátyás-Kut, Pozo de Matías, con un complejo escultórico (¿se dice así? Varias estatuas) bastante chulo que representa una escena de caza protagonizada por el rey del mismo nombre. Si sigues andando te encuentras con un arco con dos grandes leones a los lados, que están sentados y tranquilitos; cruzas el arco y al otro lado hay otros dos leones, pero estos están enfadados y rugiendo. Ahora nos hallábamos en un patio que en el lado opuesto tiene otras dos esculturas, una llamada Paz y otra llamada Guerra. Tanto en estas dos como en la de la fuente hay un tío con trenzas que parece Vercingetórix.


Guerra y Paz. No recuerdo cuál es cuál.

Bajamos de la colina a pie, cruzamos el puente de las Cadenas, Széchenyi Lánchíd, y nos volvimos a encontrar en Pest. Este tal puente de las Cadenas es, según mi guía, el primer puente que se hizo sobre el Danubio y data de 1849, aunque no me acabo de creer que tardaran tanto en hacer un puente sobre un río que atraviesa tantas grandes ciudades (Viena, Budapest y Belgrado por lo menos). También fue destrozado en la guerra mundial y lo reabrieron en 1949, justo cien años después de la vez anterior, aunque creo que no fue bombardeado sino dinamitado y quedó roto pero no demasiado; en Buda, junto a la estatua de la Libertad esa, hay fotos de la época y se ve eso que digo. Una vez en Pest cogimos otro autobús (a Vica no le gusta andar, por lo que pude ver) y nos bajamos cerca de la iglesia de San Esteban, otro de los símbolos de la ciudad y lo que mejor se ve desde Buda por lo grande que es. Este San Esteban fue rey de Hungría y bajo su reinado, en el año 1000, se llevó a cabo la conversión del país al cristianismo, por eso es santo. Sé que por esa zona está, o estaba, un bar dedicado a Manowar, y es lo que estuvimos buscando, pero no lo encontramos. Tampoco es que nos matáramos mucho, la verdad. (Ahora sé que se llama Café Montmartre, que está mismo enfrente de la iglesia y que pasamos por delante como idiotas sin verlo.) Lo siguiente que hicimos fue coger la línea de metro 1, que es la más antigua de Europa, hasta la plaza de los Héroes, Hosök Tere, llena de estatuas de gente importante en la historia húngara y presidida por una alta columna que en lo alto tiene al arcángel Gabriel. Tras sacar fotos y descansar un rato, pusimos rumbo a la estación y cogimos el tren a Komárom, cuyos vagones tienen compartimentos como los de las películas. Nunca los había visto pero en esta zona son muy comunes. Y así terminó nuestra budapestosa jornada. La próxima, si todo va bien, será el 29 de septiembre a más tardar.


Bibliografía: guía de Budapest, Anaya Touring Club, colección Guiarama.

Wednesday, August 8, 2012

Agueste I: los Madriles

Plaza Mayor

Son las dos y media y no es que me muera de ganas de escribir ahora mismo, la verdad. De comer, un poco sí. Y de lavarme los pies, que entre el calor que hace y la ampolla bestial que me salió ando descalzo. Creo que en esta ciudad hay un barrio específico para eso. Aun así me los lavaré aquí, ya aflojé un poco los tenis para que no me salga otra ampolla, y saldré a comer dentro de un rato. Como no voy a merendar y por la tardiña cojo un avión, prefiero comer más bien tarde, you see. Mientras tanto, os cuento mi estancia en la capital.

Je suis arrivé el domingo por la mañanísima, algo antes de las ocho. Había quedado con Sara y Eddie en Moratalaz a la una, con lo cual tenía cinco horas para darme uno o más garbeos. Lo primero que hice fue coger un tren de cercanías hasta Atocha, porque sé que por allí está el Retiro y otras cosas chulas, y en la zona de Chamartín, que es donde estaba, no sé qué hay, o no me acuerdo, y no me apetecía averiguarlo. Así que me metí en dicho parque por la puerta de Nosequién, posiblemente de Murillo, en la calle Alfonso XII, fui al centro y luego giré hacia el norte, por una razón que ya no recuerdo. Había un montón de gente corriendo, haciendo futin. Curiosamente, las dos veces que anduve por el Retiro en mi vida iba con una maleta de ruedas a rastras. Rlon, rlon, rlon. Todo el parque sabía dónde estaba en cada momento. Rlon, rlon, rlon.

Monumento a Jacinto Benavente, plaza del Parterre.

Salí por el norte y giré a la izquierda. Puerta de Alcalá, Cibeles, Paseo del Prado. Pensé en entrar en el Museo del Ídem a ver El triunfo de la muerte pero había cola (aun llevando diez minutos abierto) y cuesta 6 € la entrada barata y 12 la normal. Como no tenía tanta ansia, seguí paseando. Más tarde encontré en un mapa de una parada de autobús que Moratalaz no está demasiado lejos de allí, así que fui andando, volví a atravesar el Retiro, pasé por la antigua Casa de Fieras, leí con gran dificultad alguno de los carteles que hay en el foso de los monos, intenté en vano leer el que está situado en una pared y decidí que la próxima vez que vaya llevaré prismáticos. Tras salir, no me costó llegar a mi destino porque es casi recto. Llegué a las once y media, más o menos. Llamé a Sara, dejé las cosas en su casa y nos fuimos a dar vueltas por el barrio mientras no llegaba Eddie. Una vez estuvimos los tres reunidos, fuimos al centro a comer y nos pasamos la tarde de cañas.

El lunes pasó una cosa muy graciosa. El día anterior, Sara y yo habíamos visto un cartelito que decía nosequé de Almudena, y me acordé de la catedral del mismo nombre, así que nos dirigimos hacia allá para verla. Nos encontramos un cementerio enorme. Pues nada, pensamos, si una iglesia suele tener un pequeño cementerio al lado, una catedral puede tener otro gigantesco. Pero la catedral no aparecía, y cuando le preguntamos a un señor, se rió y nos dijo que la catedral y el cementerio no tienen nada que ver y que lo que buscábamos está en el centro. Más tarde, nuestra coruñesa amiga Rebeca calificó nuestra aventura de "necroturismo". Alegaré en nuestro descargo que Google Maps también nos señaló esa zona, pero fue porque hay una boca de metro con ese nombre.

Cuando acabamos de hacer el tonto nos fuimos con su hija al centro, aunque no buscamos la Almudena, sino que fuimos por la Gran Vía, Callao y sitios así. En Prado vimos un hombre invisible (vimos, invisible, ¿lo pillas?). Comimos en un Vips. No os recomiendo sus macarrones; están bañados en aceite. Pero la torta con sirope mola, sobre todo por el sirope. En ese Vips me compré un libro sobre mitología escandinava tamaño Astérix pero el triple de gordo y con dibujos y colorines por la friolera de 1,95 €. Poco después me llamó Bolas, mi colega de Leganés; quedamos en Atocha, donde me despedí temporalmente de Sara y Selene, y a Leganés me fui con él a ver a su familia, cuya última incorporación databa de sólo ocho días antes. Además conocí al resto de su prole, que no los había visto antes; a su mujer sí. Cenamos en una terraza y luego me llevó de vuelta a casa de Sara.

El martes, que fue ayer, hacia el final de la mañana me despedí de Sara definitivamente —o eso creíamos ambos y me fui a la Plaza Mayor, que me apetecía verla otra vez (la anterior fue hace nueve años). Allí vi una cosa que posiblemente sea muy común en algunos sitios pero yo no la había visto nunca: sombrillas que echan agua pulverizada por las varillas. Me comí un bocata calamares y salí hacia la Almudena, esta vez la de verdad. Por cierto, un rato antes, cuando me dieron un plano, me sorprendió ver que está justo al lado del Palacio Real, con lo que puede que ya la hubiera visto hace cuatro años, un día que Enzo me llevó a ver esa zona, y me olvidara de ella. Llegué allí y estaba cubierta de andamios, que es lo que me pasa siempre. Más tarde, la otra Sara, con su mente lógica de ingeniera, me dijo que en una ciudad con muchos monumentos y adornos siempre va a haber alguno en obras. Y esa misma Sara me acaba de llamar diciendo que viene para aquí, así que voy a lavarme los pies y cerrar la maleta para salir por fin a comer. Aunque poco más hay que contar de ayer: vi el Palacio Real y el monumento a Cervantes y finalmente fui andando hasta la Castellana, donde me encontré con esta otra Sara. No tengo tiempo de releerme, si hay faltas ya las corregiré. Nos leemos en la próxima entrada.

Saturday, August 4, 2012

Agueste o el agosto centroeuropeo

Suele considerarse que Hungría es Europa del este, y luego siempre viene alguno diciendo que no, que es Europa central. Digo yo que es tan simple como dividir el mapa en dos franjas o en tres, ¿no? Si lo divides en dos tienes este y oeste, y si lo divides en tres, este, centro y oeste. Como además la línea no puede ser perfectamente recta (atraviesa países) y la historia reciente es la que es, pues concho, de Chequia para allá y excluyendo Austria son del este, y punto.

Chámalle X, me da igual. El caso es que en nada y menos me voy para esa zona. Como no se cuánto me dará tiempo a escribir y/o a adornar, empezaré resumiendo, acabaré divagando como siempre y luego publico lo que haya escrito. El esquema de mi inminente viaje es el que sigue:

Día 8: Avión a Budapest, Hungría. Llego por la noche y duermo en un albergue.
9: Tren a Lviv, Ucrania.
10: Llego a Lviv. Otro tren para Slavske. Festival por la noche.
11: Otra noche de festival.
12: Tren de vuelta a Budapest.
13: Llego a Budapest. Tren para Komárom.
16: Tren para Kosice.

Y ya me quedo en Kosice un mes.

----------

Eso lo escribí anteayer. No me dio ni da tiempo a añadir nada más. Si no sucede ninguna calamidad, nos leemos en una o dos semanas.